El jugador hundió la cabeza entre los hombros, con gesto a medio camino entre la disculpa y la timidez. Se le veía incómodo, inseguro en casa ajena, y que Julia fuera joven y atractiva no parecía mejorar la situación.
Arturo Pérez-Reverte, La tabla de Flandes.
Y es que a veces soy gilipollas.
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